La señora Mercedes, de nacionalidad peruana, hoy se retiró más temprano de lo habitual. Ella trabaja en mi casa como asesora del hogar, y, según ella, tenía que ir al Registro Civil a verificar si ‘le habían salido sus papeles’ como nos dijo. Ella vino a Chile hace tres años con toda su familia, y viven prácticamente hacinados en una casa no muy grande, vino en busca de nuevas oportunidades, para poder surgir y tener abundancia en dinero, prosperidad en su calidad de vida y bienes materiales, a los cuales no podía optar en Perú. Pero esta prosperidad, recientemente nombrada, le ha sido muy difícil de alcanzar, ya que aún no se le reconoce como extranjera residente lo que le ha provocado, entre otros, un problema muy grave: la salud. Su hijo, quien está propenso a enfermarse como todos nosotros, no puede acceder a la salud de calidad, ya que al no estar reconocido en Chile (en otras palabras ilegal), no tienen el derecho ni oportunidad de ser provistos de un sistema de salud como FONASA u otras isapres privadas. Este es sólo uno de los problemas con los que debe vivir. Por otro lado, debe lidiar con la ridícula xenofobia de quienes no pueden tolerar a un extranjero por el simple hecho de no haber nacido en los límites de su país. Varias veces ha debido soportar discriminaciones tales que ofenden a su nacionalidad, discriminaciones tanto físicas como psicológicas. Estos abusos sin clemencia son parte de una sociedad cerrada de mente e inmersa en un patriotismo extremo que lleva a la violencia entre habitantes de países aledaños. Y sólo hay un lugar donde pueden encontrar paz: su casa. Afuera están llenos de peligros que no corresponden al nivel de desarrollo intelectual que deberíamos tener todos los humanos. Cada día, al salir a la calle deben desearse buena suerte para poder mantener el trabajo que tanto les ha costado encontrar y tener la cabeza fría para salir adelante con tratos indignos.
¿Por qué a los chilenos les cuesta tanto confiar en los peruanos? Se les estigmatiza con que son ladrones y sucios, sin embargo, son los primeros dispuestos en hacer un trabajo por menos del sueldo mínimo acordado nacionalmente. Es verdad que provienen de una cultura distinta, pero traen consigo algo que nosotros, como chilenos carecemos: la esperanza. Quieren salir adelante, hacen trabajos que no todos los chilenos estarían dispuestos a hacer, todo este esfuerzo para aspirar a un estatus de vida más alto.
Creo que es responsabilidad del Estado crear leyes justas en tres ámbitos: el primero, para penalizar los delitos cometidos por xenofobia y mayor protección a quienes hoy están siendo discriminados por su nacionalidad, para que sientan seguridad en todo momento (un deber principal de nuestro Estado); segundo, de fiscalizar los trabajos que peruanos realizan y las condiciones en las que trabajan, que se les pague un sueldo correspondiente, que no sea abusivo; y tercero, que sea equilibrado el número de empleados chilenos y peruanos que estén ocupando puestos de trabajos en Chile. La idea es admitir a nuevos peruanos, que no aumente la cesantía entre los chilenos y que se creen nuevos puestos de trabajo para así desarrollar nuestra economía.
Durante años, miles de peruanos han debido tener mucha paciencia contra los abusos, discriminaciones y dificultades que produce estar en un país ajeno, y al parecer, ésta crece día tras día. Supongo que algún día la concordia, esa preciada armonía entre chilenos y peruanos colonizará nuestra sociedad. Mientras tanto a esperar…
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