Soy adolescente y aspiro en convertirme en una gran profesional, pertenezco a una sociedad estigmatizada debido a las diferencias socioeconómicas existentes hace siglos en mi país. Por mi parte, pertenezco a una familia de clase media, en la cual no estoy ‘ni muy arriba ni muy abajo’. Reconozco que de mi boca muchas veces han salido palabras discriminadoras como ‘cuico’, ‘pudiente’, ‘pobre’ o ‘flaite’ y me avergüenzo de ello. Me da mucha rabia la situación en la que todos debemos convivir, siento que carecemos de prosperidad y confianza; la paz, este lejano y preciado estado que debería ser equilibrado por las autoridades gubernamentales, la vemos, con el paso de los años caducar entre los tres principales sectores, no tenemos concordia entre los distintos estratos sociales: todos aspiramos a la abundancia, todos queremos tener más de lo que tenemos para así ‘ser más felices’. ¿Es nuestra felicidad completamente basada en bienes materiales? Nos estamos convirtiendo en el producto de ambiciones superfluas, dejándonos llevar ciegamente por el que hoy denominamos concepto de felicidad. El mío, aún no se deja influenciar (al menos no completamente).
Planeo, al salir del colegio, entrar a una universidad a estudiar una carrera que tengo dificultades para definir, una carrera que debe ser próspera para poder tener lo necesario, las comodidades normales y poder tener la seguridad de un bienestar económico para poder mantener a mi familia, y claro, demás está decir que no sería malo darse un gustito de vez en cuando. Mis esperanzas están depositadas en las políticas sociales por venir o por realizarse en el plazo de mis años, porque, hablando sinceramente, es taparse los ojos decir que hay igualdad de ingresos por sexos o que las oportunidades de trabajo para ambos sexos son las mismas: seré una mujer, y siendo franca, soy cara para la empresa que me quiera contratar, soy propensa a padecer más enfermedades, puedo quedar embarazada (pre y posnatal), etc. Yo invito a preguntar, hay verdadera justicia en esta situación? Se supone que el gobierno que se ha elegido es quien debería regular estas situaciones, deberían ser más modestos y poder determinar cuales son los verdaderos problemas sociales en nuestro país, y mediante esto crear verdaderas leyes que sancionen las corrupciones sociales y económicas. No pido igualdad, pido determinación.
Creo, con total convicción, de que la gran enfermedad del siglo XXI, el estrés, está pasando la cuenta a quienes necesitan salir adelante y se sienten con las manos y pies atados por la situación socioeconómica que nuestro país enfrenta. Debemos agilizar nuestros sentidos, abrir nuestra mente y darnos cuenta de que los problemas a los que estamos sometidos están provocando problemas en nuestra salud mental (y por ende la física). Estos mismos problemas, que han llevado consigo nuestros abuelos, padres y nosotros mismos están acongojando y tensionando nuestra convivencia a nivel país. Sólo espero poder mañana despertar con una dosis extra de paciencia para encontrar un equilibrio con todas las realidades socioeconómicas que convivo y seguir confiando en que pronto se dictará una nueva política social que calme mi futuro y el de mis hijos. Hasta ese momento, no me queda más que desearme buena suerte.
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