martes, 8 de julio de 2008
miércoles, 2 de julio de 2008
ENSAYO HISTORIA 2
La señora Mercedes, de nacionalidad peruana, hoy se retiró más temprano de lo habitual. Ella trabaja en mi casa como asesora del hogar, y, según ella, tenía que ir al Registro Civil a verificar si ‘le habían salido sus papeles’ como nos dijo. Ella vino a Chile hace tres años con toda su familia, y viven prácticamente hacinados en una casa no muy grande, vino en busca de nuevas oportunidades, para poder surgir y tener abundancia en dinero, prosperidad en su calidad de vida y bienes materiales, a los cuales no podía optar en Perú. Pero esta prosperidad, recientemente nombrada, le ha sido muy difícil de alcanzar, ya que aún no se le reconoce como extranjera residente lo que le ha provocado, entre otros, un problema muy grave: la salud. Su hijo, quien está propenso a enfermarse como todos nosotros, no puede acceder a la salud de calidad, ya que al no estar reconocido en Chile (en otras palabras ilegal), no tienen el derecho ni oportunidad de ser provistos de un sistema de salud como FONASA u otras isapres privadas. Este es sólo uno de los problemas con los que debe vivir. Por otro lado, debe lidiar con la ridícula xenofobia de quienes no pueden tolerar a un extranjero por el simple hecho de no haber nacido en los límites de su país. Varias veces ha debido soportar discriminaciones tales que ofenden a su nacionalidad, discriminaciones tanto físicas como psicológicas. Estos abusos sin clemencia son parte de una sociedad cerrada de mente e inmersa en un patriotismo extremo que lleva a la violencia entre habitantes de países aledaños. Y sólo hay un lugar donde pueden encontrar paz: su casa. Afuera están llenos de peligros que no corresponden al nivel de desarrollo intelectual que deberíamos tener todos los humanos. Cada día, al salir a la calle deben desearse buena suerte para poder mantener el trabajo que tanto les ha costado encontrar y tener la cabeza fría para salir adelante con tratos indignos.
¿Por qué a los chilenos les cuesta tanto confiar en los peruanos? Se les estigmatiza con que son ladrones y sucios, sin embargo, son los primeros dispuestos en hacer un trabajo por menos del sueldo mínimo acordado nacionalmente. Es verdad que provienen de una cultura distinta, pero traen consigo algo que nosotros, como chilenos carecemos: la esperanza. Quieren salir adelante, hacen trabajos que no todos los chilenos estarían dispuestos a hacer, todo este esfuerzo para aspirar a un estatus de vida más alto.
Creo que es responsabilidad del Estado crear leyes justas en tres ámbitos: el primero, para penalizar los delitos cometidos por xenofobia y mayor protección a quienes hoy están siendo discriminados por su nacionalidad, para que sientan seguridad en todo momento (un deber principal de nuestro Estado); segundo, de fiscalizar los trabajos que peruanos realizan y las condiciones en las que trabajan, que se les pague un sueldo correspondiente, que no sea abusivo; y tercero, que sea equilibrado el número de empleados chilenos y peruanos que estén ocupando puestos de trabajos en Chile. La idea es admitir a nuevos peruanos, que no aumente la cesantía entre los chilenos y que se creen nuevos puestos de trabajo para así desarrollar nuestra economía.
Durante años, miles de peruanos han debido tener mucha paciencia contra los abusos, discriminaciones y dificultades que produce estar en un país ajeno, y al parecer, ésta crece día tras día. Supongo que algún día la concordia, esa preciada armonía entre chilenos y peruanos colonizará nuestra sociedad. Mientras tanto a esperar…
ENSAYO HISTORIA 1
Soy adolescente y aspiro en convertirme en una gran profesional, pertenezco a una sociedad estigmatizada debido a las diferencias socioeconómicas existentes hace siglos en mi país. Por mi parte, pertenezco a una familia de clase media, en la cual no estoy ‘ni muy arriba ni muy abajo’. Reconozco que de mi boca muchas veces han salido palabras discriminadoras como ‘cuico’, ‘pudiente’, ‘pobre’ o ‘flaite’ y me avergüenzo de ello. Me da mucha rabia la situación en la que todos debemos convivir, siento que carecemos de prosperidad y confianza; la paz, este lejano y preciado estado que debería ser equilibrado por las autoridades gubernamentales, la vemos, con el paso de los años caducar entre los tres principales sectores, no tenemos concordia entre los distintos estratos sociales: todos aspiramos a la abundancia, todos queremos tener más de lo que tenemos para así ‘ser más felices’. ¿Es nuestra felicidad completamente basada en bienes materiales? Nos estamos convirtiendo en el producto de ambiciones superfluas, dejándonos llevar ciegamente por el que hoy denominamos concepto de felicidad. El mío, aún no se deja influenciar (al menos no completamente).
Planeo, al salir del colegio, entrar a una universidad a estudiar una carrera que tengo dificultades para definir, una carrera que debe ser próspera para poder tener lo necesario, las comodidades normales y poder tener la seguridad de un bienestar económico para poder mantener a mi familia, y claro, demás está decir que no sería malo darse un gustito de vez en cuando. Mis esperanzas están depositadas en las políticas sociales por venir o por realizarse en el plazo de mis años, porque, hablando sinceramente, es taparse los ojos decir que hay igualdad de ingresos por sexos o que las oportunidades de trabajo para ambos sexos son las mismas: seré una mujer, y siendo franca, soy cara para la empresa que me quiera contratar, soy propensa a padecer más enfermedades, puedo quedar embarazada (pre y posnatal), etc. Yo invito a preguntar, hay verdadera justicia en esta situación? Se supone que el gobierno que se ha elegido es quien debería regular estas situaciones, deberían ser más modestos y poder determinar cuales son los verdaderos problemas sociales en nuestro país, y mediante esto crear verdaderas leyes que sancionen las corrupciones sociales y económicas. No pido igualdad, pido determinación.
Creo, con total convicción, de que la gran enfermedad del siglo XXI, el estrés, está pasando la cuenta a quienes necesitan salir adelante y se sienten con las manos y pies atados por la situación socioeconómica que nuestro país enfrenta. Debemos agilizar nuestros sentidos, abrir nuestra mente y darnos cuenta de que los problemas a los que estamos sometidos están provocando problemas en nuestra salud mental (y por ende la física). Estos mismos problemas, que han llevado consigo nuestros abuelos, padres y nosotros mismos están acongojando y tensionando nuestra convivencia a nivel país. Sólo espero poder mañana despertar con una dosis extra de paciencia para encontrar un equilibrio con todas las realidades socioeconómicas que convivo y seguir confiando en que pronto se dictará una nueva política social que calme mi futuro y el de mis hijos. Hasta ese momento, no me queda más que desearme buena suerte.